Facundo (1935-1939)
Facundo (Crítica y polémica) fue una revista editada y dirigida por Saúl Taborda entre 1935 y 1939, con lugar de edición en Unquillo (Córdoba). En el correr de sus siete números –en particular desde 1938–, a la dirección, la iniciativa y la pluma de Taborda se sumarían las colaboraciones de: Tomás Bordones (quien participaba del emprendimiento, en calidad de administrador, desde el número III), Santiago Montserrat, Tomás Fulgueira, Manuel Gonzalo Casas, Oscar Marcó del Pont, Carlos Argüello Lencinas, y A. N. (es muy probable que se trate de Antonio Navarro) y J. C. A. (¿?). A partir del quinto número la revista cambió su diseño, pasando del pliego a una revista con tapas, broches, más páginas y colaboradores. Sumaría un auspicio de la Cervecería Córdoba. Y en la contraportada y la retirada publicaba el “Temario del comunalismo Federalista”. Desde el sexto número agregaría una “Guía de Facundo” con los estudios jurídicos y consultorios de suscriptores y promotores de la revista.
Al repasar el plantel de Facundo, vale destacar que mencionamos nombres de pensadores, en su mayoría fogueados por el espíritu de la Reforma Universitaria de 1918, que tendrían deriva propia y dejarían marcas en la vida política y cultural de Córdoba (dirigentes de la Federación Universitaria de Córdoba; destacados galenos, periodistas, abogados y fiscales; docentes secundarios y miembros del Instituto Pedagógico de la Escuela Normal Superior de Córdoba; catedráticos universitarios y decanos de la Facultad de Filosofía y Humanidades; cofundadores del Círculo de la Prensa de Córdoba y de revistas políticas y culturales; ensayistas, filósofos, escritores; etc.), Argentina, América y de más allá, como en el caso de Manuel Gonzalo Casas, quien llegaría a ser editado por Gredos en España.
La publicación surgió en 1935, a un siglo exacto de ocurrida la tragedia de Barranca Yaco (cuando matan a Facundo Quiroga), durante la prolongada “hora de la espada” y de la “infamia”, año de consagración del “estatuto legal del coloniaje”, hora preñada de incertidumbres en las que las instituciones fundamentales vacilaban. A cien años de verse tronchada la vida del caudillo federal, con la suma del poder público, como entonces (¿mera coincidencia?) se comenzaban a intervenir las provincias, cuyos designios quedaban a merced de un imperialismo centralista que ambicionaba someter por completo las manifestaciones de la vida local. Para ello, se decretaba la Ley de Unificación de los Impuestos Internos al tiempo que se creaba el Banco Central, presto para hacer de la nación una colonia, un instrumento al servicio del capitalismo transeúnte de todas las patrias.
Frente a la obscenidad circundante, Saúl Taborda, desde su recogimiento y desde Unquillo (paraje al que, en alguna ocasión, Alejandro Korn le augurara el don de la floración del duende del “genio nativo”), para evitar las mieles de la dispersión, cerraba los ojos y arraigaba su mirada para dentro. La clavaba en las enseñanzas del pasado, en sus gestas, y la elevaba en las intuiciones proféticas de un destino a la busca de un signo. Una seña del hado capaz de forjar un ideal orientador de un pensamiento y una voluntad que, liberados al fin de sus cadenas y por la vía de la creación de instituciones –civiles y políticas que guarden relación con nuestra idiosincrasia–, fueran capaces de arrumbar la ‘constitución social’ de una Nación emancipada, popular, federal, democrática y auténticamente cosmopolita; y más allá, alumbraran el advenimiento de una nueva era, en la que el pueblo argentino se viera al fin redimido.
A una centuria del suceso, como si aquel episodio del pasado estuviera ligado de manera inmanente al presente y fuese más actual y significativo que cualquier acontecimiento contemporáneo, la tragedia de Barranca Yaco soltaba como destello una revelación en la “sombra terrible de Facundo”. Y en su reaparición, al poner a contraluz al espíritu del pueblo y su “programa de vida colectiva”, parecía develar (tal y como sucediera a diez años del infausto episodio, cuando lo hiciera inmortal su médium y biógrafo alucinado) “el secreto y la clave”.
En Facundo, cada número llevaba por acápite un bando del gaucho hirsuto de los llanos. “A cabo de estos principios, el general que firma y sus bravos han jurado no largar las armas de la mano hasta que el país se constituya según la expresión y voto libre de la República”. Y el número bautismal principiaba con una incómoda pregunta capaz de reabrir y des-fundamentar lo dado: ¿qué significación tiene, hoy, al cabo de un siglo, la tragedia de Barranca Yaco?
La pregunta y el señalamiento, sin embargo, no eran por la fortuna de Facundo en el plano biográfico, ni aún del todo en el historiográfico –como el que en aquel entonces comenzaría a practicar cierto “revisionismo”. La pregunta era de otra especie, porque para la hermenéutica que ensayaba Taborda, Facundo y el Facundo se leían como símbolo vivo y “libro viviente”, en pleno siglo XX, a cien años de su muerte y noventa de su hechura, respectivamente. Aunque pareciera insólita e intempestiva, esa pregunta guardaba resonancias más profundas. La pregunta, entonces, no era por “el” caudillo, porque Facundo, el caudillo de múltiples nombres, en la intuición de Taborda era una encarnación de lo facúndico, en cuanto siendo como es, la sustancia viva y eterna de nuestro ser…
Los ensayos que brotaron desde aquel modesto pliego editorial, en sus comienzos de apenas ocho páginas y letra pequeña, que adoptaba el patronímico del “tigre de los llanos” desde la primera de sus “meditaciones” (la de Barranca Yaco), en la parábola de Taborda parecen representar la llegada (y el regreso) al pago añorado luego de una ardua odisea intelectual. Remanso para un andariego pulso vital que, seguro de haberse hallado en sí mismo, se reconocía en la reencarnación del nombre de aquella “sombra terrible”, se metamorfoseaba en un “estilo”. Así se lo intentaría definir, como un estilo de vida y pensamiento que anuncia las líneas fundamentales del ciclo histórico reservado como una irrenunciable tarea a los pueblos del continente. Desde entonces, aquella alma errante de la tradición política argentina, encarnada en Taborda y su revista, se trasmigraría en lo facúndico (intuición estilizada en un “prisma” de comprensión de la Argentina –en el mundo–, desde –antes de– sus orígenes hasta –más allá de– su actualidad).
Ante “una crisis radical de los fundamentos de Occidente”, Facundo se propuso remover los sedimentos de la tradición argentina, esto es, sus “fundamentos históricos y culturales”, con la intención de re-plantear (desde Córdoba para la Argentina, América y el mundo) “una respuesta puntual al problema general de las nuevas formas políticas y sociales requeridas en un mundo en crisis de valores”. Para ello, sus páginas desplegaron indagaciones que procurarían dar con las dimensiones y las notas constitutivas del fenómeno de lo político (argentino) y, como derivación de lo anterior, Facundo propuso una prospectiva para su presente. Puntos cardinales para trazar un programa político y cultural al que sintetizaría bajo la nominación de intercomunalismo federalista, y que pudiera estar vertebrado en torno a la pregunta por ¿qué es la nación?
Las reflexiones resultantes no sólo se manifestaron a través de ensayos, opiniones y reseñas; ya que Taborda no privó a los eventuales lectores de la revista de algunas muestras de su fibra literaria, la que se mostraba en pequeños cuentos, o más bien diálogos filosóficos, tallados por una fina ironía.
Entre los artículos que Taborda registró en Facundo, junto con la pregunta por lo político, se desarrollaron trabajos que plantaron múltiples trincheras desde las cuales emprender esa batalla en pos de constituir la nación. Frente a ese vasto horizonte por-venir, se destacan meditaciones abocadas al análisis del fenómeno de lo jurídico, un ensayo meridiano sobre el “fenómeno Sarmiento” –que comprendía la pregunta por la naturaleza del fenómeno pedagógico–, breves pero contundentes opiniones que atañen a los combates por la historia y la historiografía argentina y americana, a los problemas de la expresión cultural, artística e intelectual –como los relacionados al idioma y al estilo. Desde una crítica al centralismo y una apuesta por una nueva organización federal de la República, otras minutas dejaron mojones relativos a la organización del sistema educativo nacional; también sobre cuestiones referidas al manejo del fondo económico de la nación: la naturaleza del régimen impositivo y financiero, la cuestión agraria y la estructura de la producción pecuaria local. El asunto del derecho y el ordenamiento internacional, en el que la mancomunidad americana alcanzaba una importancia capital, fue otra materia insoslayable para la reflexión de Facundo. Al leer y sopesar el programa facúndico surgen las preguntas: ¿qué fuerza sería capaz de tamaña hazaña?, y como derivación: ¿a quién le hablaba Facundo?
Matías Rodeiro
Directores o responsables de edición
Director: Saúl Taborda. Administrador: Tomás Bordone
Tipo
Revista impresa
Fecha de publicación
1935 - 1939
Lugar de edición
Unquillo, Córdoba, Argentina