La Plaza (1989-1991)

La Plaza fue una revista llevada adelante por un grupo de estudiantes de la Escuela de Letras de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba, entre abril de 1989 y noviembre de 1991. Publicó cuatro números. Las tareas editoriales estaban a cargo de ese grupo de estudiantes que, en el staff de la revista, aparece encabezado por Domingo Ighina, aunque fue él mismo quien nos aclaró que su condición de director era testimonial, y que las decisiones se tomaban colectivamente. Se trató de una revista eminentemente cultural y autogestiva, de factura artesanal: publicaban narrativa, poesía, textos de aporte teórico, notas de opinión, divulgación de actividades literarias, y militaban el ensayo como género virtuoso para leer e interpretar la época, de modo que buena parte del énfasis editorial estaba colocado en textos de esa índole. En paralelo a la revista, pero de existencia efímera, el mismo grupo llevó adelante un proyecto de poesía mural, que buscaba publicar poemas de sus integrantes en las paredes de la Facultad de Filosofía y Humanidades.

El contexto de producción (fines de los ochenta, plena crisis económica en medio de la transición democrática) también repercutió en sentido local, porque eran momentos de transformación del plan de estudios de la carrera de letras, tal como nos dijo Ighina. Eso llevó a una mixtura singular en la que estudiantes que habían ingresado a comienzos de los ochenta, e incluso durante la dictadura, terminaron mezclándose en algunas materias con quienes llevaban adelante la revista, a quienes Ighina arriesga en definir como integrantes de un proceso plenamente democrático. En palabras textuales: “Cursábamos chicos de 17 años con personas de 25, 26, cuya trayectoria en la facultad, en la escritura, en la lectura, era distinta. Eso fue interesante porque venían, evidentemente, cargas de antes, respuestas que había que dar a procesos sufridos, y al mismo tiempo nuevas miradas que sufrían menos el impacto de la historia inmediata, o al menos las sufrían de otras maneras. Así que ahí puede encontrarse, entre los que hicimos La Plaza, esa heterogeneidad”.

La mirada latinoamericana se impone en la revista, por varios factores reconocibles. En primer término, por las tensiones propias del resurgir democrático, tanto a nivel nacional como regional. Los docentes a los que invitaban a participar de La Plaza también reproducían este posicionamiento, pero los responsables de la revista no tenían, necesariamente, contacto con otros grupos culturales del continente. Lo que hacían, lisa y llanamente, era leer mucha literatura latinoamericana, en medio del interés por la política nacional y regional. Entre los profesores que invitaron a participar, dentro de esta línea muy concreta, había referentes como Iber Verdugo, María Luisa Cresta de Leguizamón, Gaspar Pío del Corro, Jorge Torres Roggero, María Elena Legaz. Casi todos habían regresado a la Universidad Nacional de Córdoba después del Proceso que los había cesanteado. Otros, no obstante, habían permanecido en la institución pero sus posiciones eran bastantes particulares y el grupo se había identificado con esas posturas. Ese vínculo entre profesores y estudiantes, también “mediado” por la revista, fue, en definitiva, un caldo de cultivo de esa mirada regional. Lo que pretendían era potenciar los estudios sobre literatura, cultura y pensamiento latinoamericano en ese contexto, aunque la revista excedió esas inquietudes, porque también intentó dar cuenta de las discusiones que existían al interior del grupo. Algunos comenzaban a leer a Liotard, Baudrillard y otros filósofos franceses de la posmodernidad que llegaban a las librerías, y que empezaban a influenciar lecturas y pensamientos. Hubo, en ese sentido, una heterogeneidad propia que quizás no se evidenciaba en los planteos teóricos o ensayísticos, pero si en el bagaje de textos literarios.

La Plaza, como otras revistas de esos mismos años, se publicó en un terreno bastante despojado de la producción cultural en la capital cordobesa: Ighina recuerda que existía el suplemento cultural del diario La Voz del Interior, cuyos periodistas escribían un poco de crítica, y no muchas más posibilidades de publicar o comentar obras. En ese momento también había algunas editoriales activas, como Alción, pero con un catálogo no muy enfocado en la difusión de autores jóvenes. De allí el surgimiento de estos proyectos autogestivos y en general artesanales, o sostenidos con pocos recursos.

Para ampliar la historia de la revista, y su vínculo con otras revistas y autores cordobeses, sugerimos leer la entrevista completa a Domingo Ighina.

Diego Vigna

Directores o responsables de edición
Directores: Domingo Ighina, Pablo Heredia (se incorpora en número 4 como codirector). Secretarios de redacción: Ximena Triquell, Pablo Bestard. Consejo editorial: Pablo Bestard, Jorge Bracamonte, Pablo Heredia, Hernán Huergo, Domingo Ighina, Ximena Triquell, Magadelana Uzín, Andrea Bocco, Santiago Ruiz, Pablo Boetsch. Corrección: Maite Oviedo. Diagramación y producción gráfica: Hernán Huergo, Pablo Heredia.

Tipo
Revista impresa

Fecha de publicación
1989 - 1991

Lugar de edición
Córdoba, Argentina

Números de esta publicación: