Ritmia / Soco Soco (1965-1968)
Ritmia y Soco Soco fueron dos revistas en una, publicadas en Río Cuarto entre 1965 y 1969. Esta descripción remite a que están estrechamente vinculadas entre sí, porque formaron parte del mismo proyecto, sostenido por la filial riocuartense de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE) que se fundó en la ciudad en 1959. Soco Soco, en este sentido, fue la continuación de la revista Ritmia, e incluso la continuó en su numeración. También puede pensarse como que los responsables de la revista decidieron cambiarle el nombre y optaron por Soco Soco.
En el comienzo, Ritmia reunió a los escritores más importante de la ciudad, y publicó ocho números entre 1965 y 1967. El staff se componía por autores y autoras que en general eran miembros de la SADE: Juan Floriani, Carlos Mastrángelo, Cecilio Pérez de la Rosa, Monique Filloy, Osvaldo Guevara, Zulema Maldonado Carulla, entre otros. Se trató, en principio, de una publicación literaria, deudora de la agenda de la SADE en su versión local (editoriales breves, con alguna información de índole programática o administrativa), que no ponía en primer plano referencias contextuales o consideraciones sobre el rol de la cultura y de la revista en particular. La estética que predominaba en esa primera etapa estaba ligada al realismo socialista, en tanto género caracterizado por la presentación crítica de escenas en las que se tornaba evidente la explotación social. Dicha estética se encontraba, a mediados de los 60, un tanto agotada. En poesía, Ritmia publicaba textos también tradicionales, que en aquel momento mostraban formas también residuales: el soneto, el predominio de la rima consonante y un tono sentimental propio de las tradiciones románticas que en Buenos Aires habían sido superadas por el procesamiento de las vanguardias europeas. Si se tiene en cuenta que en esos años surgían autores como Juan Gelman, Roberto Juarroz o Alejandra Pizarnik, muy disímiles entre sí pero renovadores de la poesía tradicional, la literatura de Río Cuarto aparecía, en perspectiva, acusando cierto retraso, y justificando ese lugar común que atribuye la modernidad a las grandes urbes y la llegada tardía de las nuevas tendencias artísticas al interior. En este sentido, el empuje que insiste en la revista es el que pugna por democratizar la cultura, aquilatar una cultura popular y, a la vez, evitar propuestas chabacanas. La premisa del momento era que los escritores argentinos estaban desvinculados del público, y que se ignoraban entre sí: Ritmia pretendía paliar esa eterna problemática, que también se puede encontrar en los intelectuales cordobeses que editaban la revista Laurel. El objetivo común de estos emprendimientos culturales era romper con el centralismo porteño y construir redes de circulación de la palabra y el arte en pos del federalismo.
A partir del número 9, Ritmia cambia de nombre y pasa estar dominada por la figura de Juan Filloy, quien no firma los editoriales pero se nota, por cuestiones estilísticas, que asume tal tarea. El nuevo nombre de la publicación pasó a ser Soco Soco, y Filloy, Mastrángelo y Guevara pasan a dirigir el proyecto, mientras que se retira Floriani. Soco Soco publicó sólo tres números en esa continuidad (noveno, décimo y décimo primero), entre junio de 1967 y junio de 1968.
La “marca Filloy” en la línea de la revista puede revisitarse en los tres textos editoriales que publicaron. En el número 9 afirma que la actitud del cambio de nombre obedece primordialmente a “un deber de fidelidad con el solar nativo y, luego, al propósito cada vez más firme de afincar en él nuestro pensamiento”. Por eso al optar por “Soco Soco”, nombre primitivo en la zona, se tensa “en lo vernacular la flecha que apunta a un futuro esplendoroso”. Filloy opone, luego, el “vértigo”, el “furor” y la “exasperación” de la ciudad a la “paz” y la tranquila vida provinciana por la que él y sus compañeros han optado. En el último número denuesta a la “metrópolis argentina” que se pretende representativa de lo nacional (alude al “federalismo inexistente”) sin serlo. “Soco Soco aspira a decantar en lo vernáculo un gran amor universal”, dice el editorial número 11, en palabras calcadas de las vertidas en la revista Trapalanda una década antes.
Se tratan, en definitiva, de una revalorización de lo local, en línea con el cambio de nombre, y de esa orgullosa identidad cultural propia, localista y provinciana, que se reconecta, no obstante, con lo universal: la Gran Cultura, a la espera del reconocimiento de las élites culturales metropolitanas. La revista continúa secciones típicas (poemas, notas sobre cultura general, crónicas de espectáculos, reseñas) y reproduce otro rasgo de la cultura de la época, como era la presencia de médicos en las revistas literarias: Marcos Aguinis, José Martorelli, Jakobo Grinspan (presidente de la SADE), Jorge Derdoy.
Pablo Dema
Directores o responsables de edición
Juan Floriani, Carlos Mastrángelo y Cecilio Pérez de la Rosa (números 1 y 2); en los números 3 y 4 Pérez de la Rosa no figura como director. Floriani continúa en el 5 y Mastrángelo es reemplazado por Osvaldo Guevara. En el número 6, Floriani queda solo en el rol de director.
Tipo
Revista impresa
Fecha de publicación
1965 - 1968
Lugar de edición
Río Cuarto, Córdoba, Argentina